Siendo dueños de nuestro propio
destino, como siempre, imponiéndose el libre albedrío, solo nosotros somos los
culpables de las mentiras e infidelidades, inventando uno y mil pretextos que
puedan lograr justificar nuestros
errores, culpando a la pareja de la mala relación, por el final del ¡Amor eterno! Convirtiéndolo solo, en
una hiriente y temporal: ¡Atracción
sexual!
Vivimos en un mundo tan moderno, en
el cual “la evolución” gana terreno día con día, con sus trampas y artimañas,
corrompiéndonos, envileciéndonos, disfrutando de la promiscuidad ¡Esta es la
gran ciudad! ¿Qué nos espanta? ¿Qué importa ya? ¡Así se vive el mundo ahora!
¿Alguna persona casada, divorciada,
soltera o viuda, podría decirme por favor, si a conocido a lo largo de sus
vidas, algunos seres humanos que se casan por conveniencias familiares,
buscando consuelo al sufrir una decepción, por despecho, miedo a la soledad, al
trabajo o tan solo por tener sexo con la mujer que tanto se resistió a su
seducción, convirtiéndose en una obsesión, solo poseerla, olvidándose de la
esencia del amor? Quizá buscando cariño, ternura, consuelo o el amor que se les
negó en la niñez, cometiendo un grandísimo error, como siento que lo hice yo,
al casarme sin sentirme seguro de si en verdad tú eras la mujer que yo anhelaba.
¿Cuántas mujeres en la existencia, como pienso y
aseguro que lo hiciste tú “mi amor”, lo hacen buscando una mejor posición
social, estabilidad económica y seguridad, sin importar el amor, religión o
edad? ¿Cuantas personas lo hacen por imposición, porque sienten que avanza su
edad quedándose solteras, por avaricia, envidia o ambición, por escapar del
yugo familiar, por una deuda, el no saber decir no o por realizar algún favor? ¿Por qué? Me pregunto: ¿Algunas personas siguen juntas hasta el día
de su muerte sin amarse, evitando que la gente nos tache de fracasados, como tú
y yo, soportándose uno al otro sin quererse ya, por cobardes? ¿Será por
compromiso, lastima, costumbre, abnegación, necesidad, tradición, adicción al
dolor, miedo al seguir por la vida sin compañía, obligándonos a permanecer
juntos sin amarnos, para no lastimar a los hijos al separarnos o por respetar
el juramento hecho en el altar?
Creando un infierno a nuestro alrededor, hiriéndonos
mutuamente “amándonos” con hipocresía, sin perdonarnos por toda la eternidad,
culpando siempre a la pareja del naufragio, no se acepta la realidad, sin
atreverse ninguno a decir que todo acabo y que es mejor terminar, se continua a
su lado, pensando que al no dejar que el otro sea feliz, será suficiente
venganza por hacernos sufrir, viviendo reprochándose por siempre, amargándose
de forma individual sin fin. Lastimando a su hoy contrincante, aquel, que mucho
tiempo atrás al conocerse, era su referente,
su amor constante, sexo puro, limpio, sincero, deseo inmenso ¡Perfecto y
rebosante! ¿Dónde se fue aquel ayer, la felicidad, ese hermoso romance, las
caricias atrevidas, el deseo, los detalles?
Hoy solo queda, el recuerdo y el dolor, cada día al despertarse ¡Al
descubrir muy tarde que no son compatibles! ¡Recriminándose el error de seguir
juntos, lamentarse! ¡Y todo esto, solo
por aventurarse a casarse, sin antes en realidad conocerse! Tratarse,
compararse, creyendo que el matrimonio es solo un juego, que al aburrirse podrá dejarse y comenzar de nuevo, sin
importarnos destruir la vida de nuestra pareja e hijos, así como nuestras
propias almas ¡Basta ya! Hoy, años después de sobrevivir a tu lado, me pregunto
confundido con infinita tristeza, si lo nuestro fue: ¿Amor eterno o solo?... ¡Atracción sexual!
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