viernes, 4 de diciembre de 2015

Siendo dueños de nuestro propio destino, como siempre, imponiéndose el libre albedrío, solo nosotros somos los culpables de las mentiras e infidelidades, inventando uno y mil pretextos que puedan lograr justificar  nuestros errores, culpando a la pareja de la mala relación, por el final del ¡Amor eterno! Convirtiéndolo solo, en una hiriente y temporal: ¡Atracción sexual!

Vivimos en un mundo tan moderno, en el cual “la evolución” gana terreno día con día, con sus trampas y artimañas, corrompiéndonos, envileciéndonos, disfrutando de la promiscuidad ¡Esta es la gran ciudad! ¿Qué nos espanta? ¿Qué importa ya? ¡Así se vive el mundo ahora!
¿Alguna persona casada, divorciada, soltera o viuda, podría decirme por favor, si a conocido a lo largo de sus vidas, algunos seres humanos que se casan por conveniencias familiares, buscando consuelo al sufrir una decepción, por despecho, miedo a la soledad, al trabajo o tan solo por tener sexo con la mujer que tanto se resistió a su seducción, convirtiéndose en una obsesión, solo poseerla, olvidándose de la esencia del amor? Quizá buscando cariño, ternura, consuelo o el amor que se les negó en la niñez, cometiendo un grandísimo error, como siento que lo hice yo, al casarme sin sentirme seguro de si en verdad tú eras la mujer que yo anhelaba.

¿Cuántas mujeres en la existencia, como pienso y aseguro que lo hiciste tú “mi amor”, lo hacen buscando una mejor posición social, estabilidad económica y seguridad, sin importar el amor, religión o edad? ¿Cuantas personas lo hacen por imposición, porque sienten que avanza su edad quedándose solteras, por avaricia, envidia o ambición, por escapar del yugo familiar, por una deuda, el no saber decir no o por realizar algún favor?  ¿Por qué? Me pregunto:    ¿Algunas personas siguen juntas hasta el día de su muerte sin amarse, evitando que la gente nos tache de fracasados, como tú y yo, soportándose uno al otro sin quererse ya, por cobardes? ¿Será por compromiso, lastima, costumbre, abnegación, necesidad, tradición, adicción al dolor, miedo al seguir por la vida sin compañía, obligándonos a permanecer juntos sin amarnos, para no lastimar a los hijos al separarnos o por respetar el juramento hecho en el altar?

Creando un infierno a nuestro alrededor, hiriéndonos mutuamente “amándonos” con hipocresía, sin perdonarnos por toda la eternidad, culpando siempre a la pareja del naufragio, no se acepta la realidad, sin atreverse ninguno a decir que todo acabo y que es mejor terminar, se continua a su lado, pensando que al no dejar que el otro sea feliz, será suficiente venganza por hacernos sufrir, viviendo reprochándose por siempre, amargándose de forma individual sin fin. Lastimando a su hoy contrincante, aquel, que mucho tiempo atrás al conocerse, era su  referente, su amor constante, sexo puro, limpio, sincero, deseo inmenso ¡Perfecto y rebosante! ¿Dónde se fue aquel ayer, la felicidad, ese hermoso romance, las caricias atrevidas, el deseo, los detalles?  Hoy solo queda, el recuerdo y el dolor, cada día al despertarse ¡Al descubrir muy tarde que no son compatibles! ¡Recriminándose el error de seguir juntos, lamentarse!  ¡Y todo esto, solo por aventurarse a casarse, sin antes en realidad conocerse! Tratarse, compararse, creyendo que el matrimonio es solo un juego, que al aburrirse  podrá dejarse y comenzar de nuevo, sin importarnos destruir la vida de nuestra pareja e hijos, así como nuestras propias almas ¡Basta ya! Hoy, años después de sobrevivir a tu lado, me pregunto confundido con infinita tristeza, si lo nuestro fue: ¿Amor eterno o solo?... ¡Atracción sexual!

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